sábado, 16 de marzo de 2019

¿No estamos solos?


Star Trek y una pregunta muy interesante

"¿No es arrogante decir, considerando el inmenso tamaño del universo, que estamos solos? ¿Que solo los humanos existimos en tan grande cosmos? Yo creo que debe haber otras civilizaciones, muchas, allá afuera en el universo". Con esta pregunta hecha por una compañera de trabajo de su servidor, en medio de una conversación acerca de Dios y el poder de la oración para sanar a una pequeña sobrina suya que se encontraba hospitalizada en esos momentos, fui impulsado a escribir en esta ocasión sobre este asunto. A escribir, por lo menos de manera breve, respecto a este cuestionamiento: "¿Estamos solos en el universo?".

Nota: Publicado inicialmente en 2009 y basado de manera principal en los trabajos de Huge Ross, Guillermo González y  Jay Richards.

Hace algunas semanas se estrenó en nuestro país la película "Star Trek" o "Viaje a las estrellas", como mejor conocimos esta historia aquellos que tuvimos oportunidad de disfrutarla en la serie televisiva del mismo nombre, hace poco más de un par de décadas. Ahí, en la pantalla grande, vimos nuevamente al capitán Kirk y al famoso Sr. Spock, asimismo a una gran cantidad de personajes, seres de otros planetas. Los muchos planetas supuesta y abundantemente poblados con seres tan inteligentes y capaces o más que nosotros, los terrícolas.

No sólo "Viaje a las estrellas", sino también "La guerra de las Galaxias", "La guerra de los mundos", "El día que la tierra se detuvo" y algunas más, películas estelarizas por actores como Keanu Reeves, Tom Cruise y otros famosos, nos han inquietado con esta misma pregunta: "¿Estamos solos en el universo?". Los creyentes, tarde o temprano, ya sea en la iglesia o con nuestras amistades no cristianas nos toparemos con ella, como me topé yo.


Antes de la década de 1930 la opinión científica y por lo tanto general respecto al cosmos, era que nuestra Vía Láctea representaba todo el universo y que este era eterno. A partir de los descubrimientos de Edwin Hubble con su poderoso telescopio, confirmando los cálculos de Albert Einstein, nos hemos dado cuenta que el universo es inmensamente más grande de lo que creímos y que también tiene un principio (para más información relacionada sobre esto y su relación con la Biblia, opriman aqui).

En el año de 1966 dos científicos, de los cuales con toda seguridad ustedes recordarán el nombre de uno, Carl Sagan (por su afamada serie "Cosmos"), habían "calculado" que para proporcionar las condiciones mínimas para la vida se necesita básicamente de un cierto tipo de estrella y un planeta ubicado a la distancia adecuada de la misma. Fundamentalmente eran dos los factores requeridos para la vida. Tomando como base sólo estos dos factores y el tamaño del universo, estos dos científicos calcularon que el 0.001 % de las estrellas podrían tener un planeta capaz de contar con vida civilizada.

Considerando el inmenso tamaño espacial y lo que popularmente se creía necesario para la vida (los dos factores mencionados anteriormente), el sentido común pareciera llevarnos, (a aquellos que no somos ni por mucho expertos en astronomía, astrobiología, etc.) a concluir que es relativamente fácil encontrar otras especies de seres vivos habitando muchos planetas. ¿O no? ¿Es tan sencillo como eso? Pensemos un poco, ¿qué les parece? Creer es también pensar, a fin de cuentas.



La galaxia apropiada

Se conocen tres tipos de galaxias: las espirales, las elípticas, y las irregulares. Nuestro sistema solar está hospedado en una galaxia de tipo espiral. Pues bien, sorprendentemente este es el tipo de galaxia que se requiere para que sea posible un sistema solar como el nuestro y un planeta como el nuestro, que pueda alojar vida inteligente. Veamos.

El problema con las galaxias elípticas es que la formación de estrellas se detiene antes de que se hayan enriquecido lo suficiente con elementos pesados. Sin la incorporación de estos elementos en las estrellas, la vida simple y sencillamente no es posible. Además, las estrellas que componen este tipo de galaxias, visitan a lo largo del tiempo cada una de las regiones de la misma, incluidas las regiones interiores las cuales son muy densas y en donde se localizan los conocidos como "agujeros negros". Estos agujeros, como es bien sabido ya, consisten en "hoyos" que han dejado en el espacio las estrellas que han colapsado por su alto nivel de fuerza de gravedad. Todo aquello que se acerque a estos agujeros, incluida la luz, es absorbido irremediablemente. Por lo tanto, no sería posible contar con un planeta que albergue vida en este tipo de galaxias.

El otro tipo de galaxias, las galaxias irregulares, en realidad son peores que las de tipo elíptico. Están deformadas y hechas pedazos. La problemática con las galaxias de este tipo es que cuentan con núcleos o centros muy activos. Estos centros arrojan radiación y materiales destructivos para la vida. En ellos se encuentran supernovas explotando y apagándose a través de todo su volumen. Hay estallidos de rayos gamma, los cuales son más destructivos que los de una supernova. También tienen cantidades insuficientes de elementos pesados los cuales son fundamentales para la vida.

Las galaxias espirales, como nuestra Vía Láctea, cuentan con un centro un tanto más grueso y con brazos en espiral que se extienden hacia afuera del núcleo formando un patrón parecido a una rueda de la fortuna. En este tipo de galaxia encontramos zonas seguras que no se localizan en los otros dos tipos. Sucede que la tierra se ubica en una de esas zonas seguras, razón por la cual la vida ha podido hacerse presente aquí. En nuestra galaxia, los lugares peligrosos en los que se forman las estrellas debido a la fundición de gases cósmicos se localizan en los brazos espirales. Pero la tierra está ubicada en una zona segura entre los brazos espirales "Sagitario" y "Perseo". Además de ello, nuestro sistema solar está bastante lejos del centro o núcleo de la galaxia, el cual también es un lugar muy peligroso ya que existe un agujero negro de grandes dimensiones en ese lugar. De hecho, se descubrió que casi toda gran galaxia cercana a la nuestra, tiene un agujero negro en su centro. En estos agujeros negros encontramos altos niveles de radiación derivados de enormes cantidades de energía, rayos gamma, y rayos X. El núcleo de las galaxias también es peligroso porque en ellos hay supernovas explotando ahí.

El tipo de galaxia (espiral) que hospeda a nuestro sistema solar, permite la existencia de vida basada en el carbono. Hace posible también la presencia de flúor el cual no se encuentra en las estrellas localizadas en el tipo de galaxia elíptica o irregular. La cantidad (densidad) de estrellas también es la adecuada para permitir la existencia de un sistema planetario como el nuestro. En los otros dos tipos de galaxias, los racimos de estrellas son demasiado densos. Es decir, hay demasiadas estrellas juntas. Si las estrellas están demasiado cerca las unas de las otras, sus particulares niveles de fuerza de gravedad hacen que sus órbitas se desestabilicen. Por otro lado, las estrellas no deben estar demasiado alejadas entre sí. Si esto sucede, los elementos pesados básicos para la vida que se encuentran en el centro de los racimos de estrellas, estarían muy escasamente distribuidos. El nivel de densidad de estrellas es pues muy importante. Y nuestra galaxia en espiral provee el adecuado.

¿Cuál es la proporción de galaxias tipo espiral en el universo? Sólo un 5% de las galaxias en el cosmos son espirales. El otro 95% son elípticas o irregulares. De manera que, aunque el sentido común de los no iniciados en estas complejidades de la astronomía (como usted y como yo), nos diga que el universo es muy amplio y por tanto muy benévolo para la vida, hemos empezado a descubrir que no es así. La gran mayoría de localidades en el cosmos es hostil a la vida. Pero esto no es todo. Se requiere más que estar ubicado en la galaxia correcta y en el punto correcto de la misma para que haya sistemas capaces de albergar vida. Sigamos.

El sol apropiado

La estrella (sol) alrededor de la cual gire el planeta capaz de hospedar vida debe ser la correcta, además de encontrarse en el tipo de galaxia correcto y en el lugar correcto de la galaxia. Pensemos un momento en el sol. Nuestro sol. Este es una estrella enana amarilla. El nombre técnico es: estrella de tipo espectral G2. El tipo de estrella que constituye nuestro sol se encuentra entre el 10% de las estrellas más masivas de la galaxia. Es decir, cuenta con el tamaño adecuado para hospedar un planeta capaz de contar con vida. Por ejemplo, las estrellas enanas rojas, las cuales constituyen alrededor del 80% de las estrellas de nuestra galaxia, tienen menos masa que nuestro sol. Por otro lado, las estrellas enanas G, que constituyen el 8 o 9% adicional, también son menos masivas que el sol. Estas enanas rojas emiten la mayor parte de su radiación en color rojo. Esto hace que el proceso de fotosíntesis en el planeta hospedado sea menos eficiente. Este proceso de fotosíntesis requiere de luz azul y roja. Además, este tipo de estrella tiene un nivel de luminosidad menor, que haría necesario que la tierra estuviese más cerca de ella, provocando que la fuerza de gravedad haga que el planeta hospedado gire sobre su propio eje a menor velocidad hasta su detención. Esto quiere decir que una cara del planeta siempre estaría expuesta al sol y la otra a la sombra. La cara iluminada sería muy seca y caliente, mientras que la cara en penumbra sería demasiado fría y helada. Además, las enanas rojas tienen el problema de que no producen mucha luz ultravioleta. Esta clase de luz se necesita para producir el nivel de oxígeno adecuado para la vida en la atmósfera. Por fortuna, nuestro sol no sólo tiene el tamaño, es decir la masa correcta, sino también emite los colores adecuados para los procesos vitales de nuestro planeta, un balance entre azul y rojo.

Los sistemas planetarios sin estrellas o con dos o más estrellas anfitrionas (soles) fallan en producir vida. El sistema debe ser de una sola estrella. Si un planeta está dibujando una órbita en un sistema con dos o más soles, estos provocarán, con su fuerza de atracción o gravedad, que el planeta se aleje de uno y después del otro. Esto tendrá como consecuencia el alejamiento también de la temperatura necesaria para sustentar la vida. Sólo el 25%, aproximadamente, de los soles en nuestra galaxia cumplen con este requisito de ser estrellas solteras.

La distancia entre la estrella y su planeta debe ser la adecuada además. Un planeta demasiado alejado de su sol será uno demasiado frío para la vida. Un planeta demasiado cerca será uno con una temperatura muy caliente como para permitirla. Además de la distancia entre el planeta y su sol, éste debe contar con la masa (tamaño) específica. Una estrella demasiado masiva arderá demasiado rápido y de manera cambiante, de tal suerte que no permitiría organismos en el planeta hospedado. Pero una estrella o sol con menos masa hará necesario que el planeta deba estar más cerca de aquel. Pero esto provocaría, debido a la fuerza de gravedad, que las mareas de la tierra aumentaran de manera muy dramática y a su vez esto resultaría en que el tiempo de rotación de la tierra cambiara de horas (en nuestro caso de 24) a meses. Sólo imagine usted días y/o noches de meses de duración en nuestro planeta. Esto es lo que ocurre en Mercurio y Venus.

Además de todo lo dicho anteriormente, tenemos este dato interesante: la órbita de nuestro sol en la galaxia, es más circular que los otros soles de su edad. Esto ayuda a la tierra a mantenerse alejada de los peligroso brazos en espiral de nuestra galaxia.

Así pues, la masa correcta, la luz correcta, la distancia correcta y la órbita correcta de nuestro sol, así como también la galaxia adecuada y el lugar adecuado dentro de ésta para hacer posible la vida, nos convencen cada vez más que los seres humanos somos muy...raros. ¿No le parece?

La luna apropiada

Ahora recuerdo que cuando niño, mi padre me recitaba en las noches estrelladas, mientras me tomaba de la mano lo siguiente:

"Allá está la luna, comiendo su tuna, tirando las cáscaras, para la laguna".

Pero, más allá de ser útil en la inspiración a padres y poetas, la luna, nuestra luna, lo es mucho más para sustentar vida en nuestra especial y querida tierra.

Nuestro satélite lunar ejerce una muy importante atracción de gravedad sobre la tierra. Debido a esta fuerza de gravedad o atracción, las aguas de las costas en nuestros mares son limpiadas así como también sus elementos nutrientes son recargados. Es decir, las mareas llevan estos elementos nutrientes desde los continentes hacia los océanos, alimentando a la fauna allí existente, la cual es necesaria para nuestros ecosistemas y sustento. Además, las mareas hacen posible que los océanos también transporten y distribuyan mucho del calor a lo largo del planeta, lo cual se requiere para mantener las temperaturas más templadas en el orbe. La luna contribuye en un 60% a la causa de nuestras mareas. El sol se encarga del otro 40%.

El ángulo de inclinación del eje de rotación de la tierra (la oblicuidad), logra su estabilidad debido a nuestra luna. Este ángulo de inclinación es un factor crítico para evitar climas extremos. Esta inclinación de 23.5 grados es la responsable de nuestras estaciones. Durante el verano en el hemisferio norte, el eje del polo apunta más hacia el sol. Seis meses después, cuando la tierra se encuentra del otro lado del sol, entonces es el polo sur el que apunta más hacia él. Este descubrimiento apenas fue hecho en el año de 1993. Si nuestra luna no existiera, el ángulo de inclinación mencionado variaría considerablemente llegando a ser, incluso, de hasta 90 grados. Esto provocaría que el polo norte estuviera dando la cara al sol durante seis meses y el polo opuesto lo estuviera por el mismo período de tiempo. Cada polo estaría pues en una intensa oscuridad la mitad del año, con el subsiguiente clima congelante, impropio para muchas especies que hoy pueblan este planeta azul.

El tamaño de la luna también es muy importante. Si ese tamaño (masa) fuera mayor y estuviera en el mismo lugar, las mareas serían mucho más fuertes, lo cual produciría muchas dificultades a nuestro planeta: la velocidad de rotación se desaceleraría dando como resultado unos días más largos y también diferencias más grandes de temperatura entre el día y la noche. En una palabra, nuestra luna cuenta con el tamaño correcto y además está colocada en el lugar adecuado con respecto a la tierra, lo cual también contribuye a que ésta sea habitable.



Los vecinos apropiados

Los planetas que componen el sistema solar y "danzan" junto con la tierra, juegan un papel muy importante en nuestra vida. Pero no de la manera que promueve la astrología (tema que muy pronto habré de tocar en este espacio), sino de otra muy distinta. Los expertos nos muestran que si bien es cierto que estos vecinos no son lugares adecuados para sustentar vida compleja, han ayudado muy eficazmente a la capacidad de la tierra para contar con vida compleja (habitabilidad), sino también al nacimiento de la ciencia. Veamos lo que corresponde a la habitabilidad.

Mientras se encontraba observando simulaciones por computadora de nuestro sistema solar, a fines de 1993, un científico planetario de apellido Wetherill, hizo un descubrimiento asombroso. Debido a la gran masa del planeta Júpiter (2.5 veces más grande que todos los otros planetas juntos o 300 veces mayor que la de nuestro planeta), este sirve, gracias a su fuerza de gravedad y ubicación, como un escudo que protege a la tierra de ser impactado por cometas. La tierra sería, sin la protección de este planeta, impactada con una frecuencia 1000 veces mayor que en la actualidad por tales escombros espaciales. En Julio de 1994, el cometa Shoemaker-Levy 9 se impactó en nuestro escudo planetario, Júpiter, lo cual prueba lo que aquí estamos diciendo.

Además, si no fuera por las regulares órbitas del planeta ya mencionado y también de Saturno, la tierra no sería habitable. En 1994 un astrofísico de apellido Laskar, descubrió que gracias a las órbitas que estos dos planetas tienen, la órbita de un planeta interior del sistema solar como la tierra, es más estable y por ende cuenta también con estabilidad en sus climas.

El resto de los planetas de nuestro sistema solar también nos protegen, en este caso de ser bombardeados por los asteroides, cuyo cinturón se localiza entre las órbitas de Marte y Júpiter. De hecho Marte recibe gran cantidad de impactos en lugar de la tierra, por estar ubicado en la orilla del cinturón de asteroides. Venus también recibe impactos en lugar de la tierra. De tal manera han contribuído nuestros vecinos a la protección de nuestro planeta, que le han llamado "El corral" planetario. Creo que muchos de nosotros recordamos "el corralito" en el que se pone a los bebés casi recién nacidos, el cual cuenta con unas paredes suaves que resguardan la seguridad física de los pequeños. Bueno, algo así tenemos los terrícolas en la presencia de los astros que componen nuestro sistema solar. ¿Otra "casualidad"?

El planeta apropiado

Nuestra tierra ocupa una posición privilegiada en el sistema solar. A esta posición algunos astrónomos le han llamado "La Zona Ricitos de Oro". El nombre más técnico que recibe es el de "Zona Habitable Circumestelar". Este concepto describe la idea de la región alrededor de una estrella (sol) en donde se puede tener agua en estado líquido sobre la superficie de un planeta terrestre. Ésa región se calcula por la cantidad y calidad de luz que se recibe de la estrella anfitriona. No puede estar demasiado cerca del sol pues de esta manera el agua se evapora hacia la atmósfera causando un efecto invernadero sin control, provocando a su vez que los océanos hiervan. Los especialistas consideran que fue esto lo que le ocurrió a Venus. Por otro lado, si se está demasiado lejos del sol todo se vuelve frío en extremo. Tanto el agua como el dióxido de carbono se congelan y por ende se desarrollaría una gran glaciación (o edad de hielo). Esto, en otras palabras quiere decir que si la distancia de la tierra al sol se modificara un 5% a un lado u otro, sobrevendría una catástrofe. No sería posible la vida. Es por esta razón que se requiere que la tierra cuente con una órbita circular. Este tipo de órbita permite a la tierra estar dentro de la zona habitable circumestelar no la gran mayoría del tiempo, sino constantemente. Ahora, tanto la temperatura del planeta como también su gravedad, determinan la velocidad de escape de ciertos gases atmosféricos que se disipan en el espacio exterior, pero a la vez determinan que otros gases atmosféricos sean retenidos. Para que sea posible la vida es esencial que el vapor de agua sea retenido, pero que las moléculas pesadas como el metano y el amoníaco sean disipadas. Es por ello que un cambio en la temperatura terrestre o en el nivel de gravedad de la superficie de sólo un poco porciento, hace la diferencia entre la presencia de vida y la ausencia de ella. La tierra tiene ambos niveles en una forma apropiada.

Además, la vida y el período de rotación del planeta van de la mano. Si el planeta tarda mucho en rotar, habría temperaturas muy diferentes a las actuales entre el día y la noche. Por otro lado, si el planeta rota demasiado rápidamente, las velocidades de los vientos alcanzarían niveles de catástrofe. Los especialistas dicen que un día tranquilo en Júpiter, el cual tiene un periodo de rotación de 10 horas (como sabemos, la tierra lo tiene de 24), genera vientos de hasta 1600 kms. por hora.

A semejanza de la nave USS Enterprise de la película Star Trek que cuenta con un escudo para protegerse de los impactos de fotones, nuestro planeta cuenta con un campo magnético que sirve como una primera línea de defensa contra las particulares de los rayos cósmicos de la galaxia, el cual nos protege después de que también el campo magnético del sol ha desviado los rayos cósmicos de baja energía. Como si fuera un imán gigante, el campo magnético de la tierra protege a nuestra atmósfera de los vientos y partículas solares que podrían producir los daños por radiación y romper los núcleos de nuestras células en el cuerpo. El campo magnético de la tierra también está estrechamente relacionado con el tamaño del planeta.

La masa de la tierra, es decir su tamaño, también es realmente importante para que haya vida en ella. Si el tamaño de la tierra fuera más pequeño o más grande, aquella sería menos habitable. Si el planeta tuviera una masa menor perdería su atmósfera con mayor rapidez, y además tendería a tener una órbita errática muy peligrosa. Si la masa del planeta fuera mayor, tendríamos una alta presión en la atmósfera lo cual haría más lento el proceso de evaporación del agua y por lo tanto el secado del interior de nuestros continentes. Además, la viscosidad del aire en la superficie aumentaría, haciendo más difícil la respiración para aquellas criaturas como nosotros.

De manera pues que la ubicación de la tierra, su tamaño, su composición, su estructura, su atmósfera, su temperatura, su dinámica interna y sus muchos y delicados ciclos necesarios para la vida (el ciclo del nitrógeno, del carbono, del fósforo, del oxígeno, del azufre, del sodio, del calcio) de los que no tengo espacio para hablar aquí, nos muestran el grado de balance delicado de nuestro planeta para albergar vida.

La ecuación Drake y las probabilidades de vida por azar en el universo

La gente, al preguntarse acerca de la posibilidad de encontrar vida inteligente más allá de la tierra, acostumbra tomar en cuenta solo el factor numérico para responderse. Es decir, solemos razonar así: "Dado el inmenso tamaño del universo y la gran cantidad de estrellas que contiene, es muy probable que haya vida en algún otro lugar además de nuestro planeta". El asunto es que no solo el elemento numérico debe considerarse, sino también los factores que permitirían la vida compleja en dichos planetas.

En 1950, el premio Nobel y físico Enrico Fermi (1901-1994) preguntaba a sus colegas en Los Álamos, Nuevo México: "Si hay extraterrestres, ¿dónde están?" (Paradoja de Fermi). Su argumento era muy sencillo. Si hubiera otras numerosas civilizaciones inteligentes como la nuestra en la Vía Láctea, algunas de ellas seguramente se habrían dirigido ya a nosotros. Tomando como base el que hay miles de millones de estrellas en nuestra galaxia que son más antiguas que nuestro sol, y si la vida se desarrolla muy fácilmente (como algunos suponen), entonces debe haber muchas civilizaciones en nuestra galaxia que tendrían millones de años de avance tecnológico con respecto a nosotros. Especialmente en cuanto a su capacidad para realizar viajes espaciales. Pensemos en esto. Si nuestra tecnología espacial sólo tiene 50 años y hemos logrado enviar varias naves fuera de nuestro sistema solar, ¿no cabría esperar que ese cúmulo de civilizaciones mucho más avanzadas tecnológicamente que nosotros ya lo hubiesen hecho? Tan sólo el factor de agotamiento de sus soles en sus respectivos sistemas planetarios o bien el agotamiento de sus recursos, serían razones poderosas para iniciar y concretar la colonización de otros sistemas planetarios que cuenten con orbes con capacidad habitable. Si es verdad, como dicen los expertos, que nuestra galaxia tiene una edad aproximada de 10 mil millones de años, ello significaría que ha habido al menos algunas miles de oportunidades de que otras civilizaciones hubiesen iniciado el proceso de colonización espacial. Este sencillo razonamiento fue lo que movió a Fermi a preguntarse "¿Dónde están?".

El programa SETI "Búsqueda de inteligencia extraterrestre" por sus siglas en inglés (Search for Extra Terrestrial Intelligence), es un programa que a través del uso de enormes radiotelescopios apuntados a diversas localidades del espacio, busca dar respuesta a ésa pregunta de Enrico Fermi. La cuestión es que pese a la gran inversión tanto pública como privada de millones y millones de dólares para este programa, hasta el momento y después de casi 5 décadas no ha sido localizada señal alguna, ni una sola siquiera, de comunicación inteligente proveniente del cosmos.

Posteriormente, uno de los primeros investigadores del programa SETI, el radio-astrónomo Frank Drake propuso una ecuación buscando dar respuesta a la pregunta del premio Nobel. Esta ecuación fue propuesta por primera vez en una reunión en 1961, como una forma sencilla para calcular el número de civilizaciones avanzadas en la galaxia de la Vía Láctea capaces de comunicarse con señales de radio. Este ecuación considera cuántos y cuáles son los factores necesarios para obtener un planeta habitable. Al principio de esta entrada del blog, comenté que inicialmente se creía que solo dos factores eran requeridos para que la vida fuese posible. La ecuación Drake los amplió a 7. Pero lo interesante aquí es que conforme pasan los años, los expertos en el cosmos han concluido que los valores originales propuestos en la ecuación Drake, no son ni por mucho los mínimos que se requiere considerar para el cálculo. Hoy sabemos que la lista de dichos factores es muy amplia, como ya lo hemos explicado de manera sencilla aquí. Permítame ser un poco más específico aunque tratando de evitar caer en la complejidad. Pero creo necesario mencionar lo siguiente para que se nos haga más claro cuán improbable sería encontrar, en la inmensidad de nuestro universo, planetas con la capacidad de acoger vida inteligente como lo hace nuestro maravilloso planeta, la tierra.

Si bien es cierto que González y Wesley en su libro "El planeta privilegiado" consideran aproximadamente 20 factores, Hugh Ross, astrofísico de la universidad de British Columbia y con un doctorado de la universidad de Toronto, junto a otros investigadores, considera hasta 75. A continuación, una lista de solo algunos de los factores necesarios para hacer posible la vida en un planeta:

  • Tamaño de la galaxia
  • Tipo de la Galaxia
  • Ubicación de la Galaxia
  • Ubicación del Sol Respecto del Centro de la Galaxia
  • Distancia del Sol del Brazo Espiral Más Cercano
  • Cantidad de Estrellas en el Sistema
  • Fecha de Nacimiento del Sol
  • Edad del Sol
  • Metalicidad del Sol
  • Órbita del Sol
  • Masa del Sol
  • Luminosidad del Sol
  • Distancia de la Tierra al Sol
  • Inclinación de la Órbita Terrestre
  • Inclinación del Eje Terrestre
  • Velocidad de Cambio de la Inclinación del Eje de la Tierra
  • Periodo de Rotación de la Tierra
  • Velocidad de Cambio en el Periodo de Rotación de la Tierra
  • Gravedad de la Superficie (Velocidad de Escape)
  • Fuerza de la Marea
  • Fuerza del Campo Magnético
  • Espesor de la Corteza de la Tierra
  • Velocidad de Cambio de la Proporción de Océanos a Continentes
  • Distribución Global de Continentes
  • Cantidad de Colisiones de Asteroides y Cometas
  • Proximidad y Masa de Júpiter
  • Inestabilidad de la Órbita de los Planetas Principales del Sistema
  • Transparencia Atmosférica
  • Presión Atmosférica
  • Cantidad de Descarga Eléctrica Atmosférica
  • Nivel de Dióxido de Carbono en la Atmósfera
  • Nivel de Oxígeno en la Atmósfera
  • Cantidad de gases de Invernadero en la Atmósfera


Y la lista continúa hasta completar el total de 75 parámetros. Se han calculado las probabilidades de que ocurra la combinación de estos 75 parámetros en un total de 10 a la potencia -99. Esto quiere decir un 1 con 99 ceros a la izquierda. ¿Qué probabilidades hay entonces, de encontrar vida en otros planetas? "¿Dónde están?", se preguntaba Enrico Fermi. La pregunta sigue en pie.

Entonces, ¿cuál es el origen de tan grande número de sorprendentes "coincidencias"? No hay coincidencia. Hay diseño, hay intención, hay propósito. El universo está hecho como un traje a la medida del hombre. Como alguien dijo: "No es sólo que el hombre esté adaptado al universo. El universo está adaptado al hombre". Estas son las huellas, grandes huellas del Creador.



¿Casualidad o intención?

Permítame reproducir la siguiente ilustración, la cual creo iluminará el tema que estamos presentando. Este ejemplo fue citado por el físico y teólogo inglés John Polkinghorne, el cual a su vez proviene de un filósofo de nombre John Leslie:

"Está usted a punto de ser ejecutado, atado a la estaca y con los ojos vendados. Los rifles de 10 tiradores perfectamente entrenados están apuntando a su pecho. El oficial ha dado la orden de hacer fuego, suenan los disparos... ¡pero se da cuenta de que sigue vivo! ¿Qué hace? ¿Se contenta con marcharse andando, mientras dice: "¡por poco no lo cuento!"? Por supuesto que no: un hecho tan extraordinario exige ser aclarado... sólo hay dos posibles explicaciones racionales de cómo se ha podido tener tanta suerte. Una se basa en el hecho de que hay muchas ejecuciones programadas para el día de hoy. Incluso los más certeros tiradores se equivocan de vez en cuando, y a usted le ha tocado estar en aquella en la que todos han fallado. La otra explicación consiste en suponer que en realidad estaba sucediendo más de lo que usted podía percibir. Los tiradores estaban de su parte, y su error fue intencionado".

Todos los factores de los cuales hemos aquí hablado, que hacen posible la aparición de vida en nuestro planeta, ¿son el producto de la mera casualidad o son el producto de la intención? ¿Qué concluimos? ¿Qué es más razonable? ¿La casualidad o la intención? ¿La casualidad o el diseño?

Centro físico o metafísico

En el siglo XVII se llegó a saber con seguridad que la tierra no estaba ubicada en el centro del universo y que el resto de los planetas no giraban a su alrededor. Ustedes recordarán aquella situación de Galileo y la iglesia. A partir de allí se consideró que este descubrimiento daba al traste con aquella idea cristiana de que la tierra y el género humano eran especiales, una creación de Dios. Esto se conoce en el ámbito académico como "El principio Copernicano" o "Principio de mediocridad". Ahora, con los nuevos descubrimientos algunos de los cuales hemos mencionado de manera muy sencilla aquí, la perspectiva parece ser muy, pero muy diferente. En realidad no importa si estamos en el centro físico de la galaxia o universo. Lo que importa realmente es que estemos en el mejor lugar en cuanto a capacidad para acojer vida, en el mejor lugar en cuanto a seguridad y en el mejor en cuanto a capacidad de observación. Nuestra conclusión es esta: es verdad, no estamos en el centro físico del universo, pero sí creo que estamos en el centro metafísico. En otras palabras, la ciencia está mostrando lo que La Biblia nos ha enseñado hace ya mucho tiempo: somos especiales. Me parece que la cuestión no debe formularse así: "No estamos solos", sino más bien: "No, estamos solos".

Tengo la Biblia abierta frente a mí en el Salmo 19 mientras termino de teclear esta entrada del blog. Siempre me ha gustado. Pero a partir de que he conocido los datos que nos muestran lo especial que son nuestro planeta, sistema solar, galaxia y universo, he podido comprender más profundamente y disfrutar mejor este precioso poema. Hoy he salido a ver la luna. Pero no ya acompañado de mi padre terrenal como cuando niño, ya que él está con el Creador ahora. Pero estoy seguro que he estado acompañado en esta ocasión de mi Padre celestial, al cual he adorado al observar su bella creación.

Dice a la letra este salmo:

"Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento declara que Dios lo ha creado. Un día le cuenta a otro este mensaje, y cada noche a la siguiente. No se escucha lenguaje ni palabras, ni emiten una voz que podamos oír. Sin embargo, su voz atraviesa el mundo entero, sus palabras llegan al último rincón de la tierra. Dios le ha dado al sol el cielo como hogar. Y como cuando sale un novio de la alcoba, o como cuando un atleta se dispone a recorrer su camino así sale feliz el sol para hacer su recorrido. Comienza su carrera en un punto del cielo y hace todo su recorrido hasta llegar al final; nada en la tierra puede escapar de su calor". (Salmos 19:1-6)

Reflexione usted, somos especiales. Usted es especial. Dios le tenía en mente al crear este maravilloso cosmos y planeta, este precioso hogar. El asunto es que somos una humanidad caída. Caída en pecado. Pecado que nos separa de Dios aquí y ahora (Isaías 59;1-2). Separación que podría prolongarse por la eternidad. Sin embargo hay una salida, afortunadamente. Precisamente ese Dios asombroso que dio origen a todo este cosmos maravillosamente ordenado y que acusa profundas huellas de diseño, tomó forma humana en la persona de Jesucristo (2 Corintios 5;19-20). Y lo hizo para tomar nuestro lugar y pagar por nuestras culpas (Romanos 5;8-10). Gracias a ese precioso sacrificio efectuado por nuestro creador en Jesucristo, podemos reconciliarnos con él y pasar a ser no sólo sus criaturas, sino sus hijos (Juan 1;12). Entregue su vida al Creador y Redentor Nuestro. No tarde. Para conocer cómo acercarse a Dios, oprima aquí.

¿Desean ver todos estos datos científicos que muestran el diseño divino de nuestro universo y tierra dramatizados en video? Bueno, les invito a que opriman el reproductor a continuación. Podrán disfrutar de la producción titulada "El planeta privilegiado", basada en el libro del mismo nombre cuyos autores son Guillermo González y Jay Wesley Richards


El Planeta privilegiado from Texoki on Vimeo.


Para detalles muy específicos y más complejos también acerca de este tema, véase el libro de los autores antes mencionados, oprimiendo aquí.


Por último: Pero...¿qué hay de los ovnis?

Seguramente usted se preguntará: "Si al parecer la ciencia está concluyendo que somos únicos,... ¿qué hay de los ovnis?" Bueno, opriman en el reproductor de video a continuación para ver la conferencia en 4 partes sobre los ovnis, cortesía de www.creacionistas.com:



Recuerden: "Creer es también pensar"

Saludos.