domingo, 24 de enero de 2010

¿La historia la escriben los vencedores?


¿Puede usted imaginar a un grupo compuesto por un mormón, un judío mesiánico, un testigo de Jehová, un ateo y un cristiano evangélico desayunando juntos? ¿Puede usted imaginar el nivel de temperatura de una conversación de tal grupo, cuyo tema es la religión? Pues por difícil que pueda parecer reunir a tal conjunto de personas con opiniones religiosas tan dispares, en un tiempo fue posible. De hecho yo formé parte de dicho conjunto tan singular, representando la parte del cristianismo evangélico.

En una ocasión que tocábamos el tema de la autoridad de nuestros particulares libros sagrados (el libro de Mormón, la Torá, la traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras, la Biblia versión Reina-Valera y para el ateo pues,... ninguno), se suscitó el siguiente comentario: "La historia la escriben los vencedores". Este provenía, por supuesto, de la parte atea y el sentido de dichas palabras era: ¿cómo puedes confiar en el relato o libro escrito por un grupo de personas, cuyas ideas religiosas prevalecieron por encima de las demás una vez ganada la guerra? ¿No te parecería dicho relato manipulado por la parte vencedora?

"La historia la escriben los vencedores" es una frase muy popular y se utiliza para dar a entender que, en nuestro caso, la Biblia ha sido manipulada por un grupo victorioso en el ámbito militar y por ende, en el mundo de las ideas. Pero, ¿es esto así? En el caso del cristianismo, ¿está justificada? ¿la historia la escribieron los cristianos vencedores? Pongamos a prueba esta afirmación.

El regalo más preciado que aún conservo de mi padre, es una colección de nueve tomos de Los Clásicos Grecolatinos (Platón, Virgilio, Séneca, Plutarco, Cicerón, Cornelio Tácito, Suetonio, Plinio, etc.). Me fue obsequiada por allá del año 1995. Me ha sido en muchas ocasiones de mucha utilidad, ya que en sus tomos encuentro -entre otras muchas cosas- las palabras de autores no cristianos que de manera incidental mencionan a Cristo y también a los cristianos de las primeras generaciones, así como su forma de vida y costumbres.



Bien. En el tomo dedicado a los historiadores griegos, encontramos la obra titulada Historia de la Guerra del Peloponeso de Tucídides. Dicha obra cubre veinte de los veintisiete años que duró la guerra (431 a.C. a 404 a.C.), en la cual participó dicho autor griego, como comandante de una flota ateniense en la guerra contra Esparta. La guerra fue perdida por los griegos (entre los cuales se encontraba Tucídides) contra los espartanos. El autor mencionado es considerado aún hoy día como uno de los padres de la historiografía (ciencia histórica). Respecto a dicha obra, la Biblioteca de Consulta Microsoft® Encarta® 2002. (1993-2001 Microsoft Corporation), nos dice:

...es una muestra indudable del alto valor historiográfico de los escritos de su autor, hábil mezcla de conocimientos directos —no en vano, participó en la contienda— y de investigaciones analizadas a la luz de profundas comparaciones documentales. Su método, en palabras del propio Tucídides, sirve para buscar la verdad y la exactitud, con el fin de que la historia tenga utilidad, aceptando la tradición oral sólo si es comprobada y haciendo especial énfasis en el correcto uso de la observación directa de los hechos, a la que añade lo que él denomina verosimilitud de los mismos.



Si bien es cierto que Grecia perdió la guerra, Tucídides, aunque vencido, escribió la historia de dicho conflicto con un muy alto nivel de objetividad, según la opinión de historiadores modernos. Así pues, la historia no es siempre escrita por los vencedores. De manera que una de las ideas implícitas en el cliché "La historia la escriben los vencedores", queda eliminada.

Ahora veamos la implicación de si el cristianismo obtuvo la victoria militar en el tiempo de la redacción de sus escritos sagrados, el Nuevo Testamento. Me permitiré ahora citar de la misma colección de clásicos grecolatinos, una obra titulada Anales del autor Cornelio Tácito. En el libro XV párrafo 44 leemos, con referencia al incendio de Roma en el año 64 de nuestra era aproximadamente, del cual fueron acusados los cristianos para desviar las sospechas de sobre la persona del emperador Nerón:

Y así Nerón, para divertir esta voz y descargarse dio por culpados de él, y comenzó a castigar con exquisitos géneros de tormentos, a unos hombres aborrecidos del vulgo por sus excesos, llamados comúnmente cristianos. El autor de este nombre fue Cristo, el cual, imperando Tiberio, había sido ajusticiado por orden de Poncio Pilatos, procurador de Judea [...] fueron, pues, castigados al principio los que profesaban públicamente esta religión, y después, por indicios de aquéllos, una multitud infinita, no tanto por el delito del incendio que se les imputaba, como por haberles convencido de general aborrecimiento al género humano. Se añadió a la justicia que se hizo de estos la burla y escarnio con que se les daba la muerte. A unos vestían de pellejos de fieras, para que de esta manera los despedazasen los perros; a otros ponían en cruces; a otros echaban sobre grandes rimeros de leña, a los cuales, en faltando el día, pegaban fuego para que, ardiendo con ellos, sirviesen de luminarias en las tinieblas de la noche.


¿Le parecen los cristianos descritos en este relato -proveniente de una fuente pagana, adversa a la iglesia y por ello mismo confiable-, un grupo vencedor militarmente? Por supuesto que no. La iglesia en sus inicios, mientras los escritos del Nuevo Testamento eran redactados, era un grupo que, si bien es cierto estaba en constante crecimiento (por el poder divino, el testimonio de vidas cambiadas, y varios factores socioculturales), no tenía milicia alguna. El cristianismo, una vez identificado como un grupo independiente del judaísmo, fue una religión proscrita, prohibida, digna de muerte. No poseían armas. Por lo menos no armas de este mundo. Leamos lo que dice San Pablo al respecto en 2 Corintios 10:4-5:

Las armas que usamos no son las del mundo, sino que son poder de Dios capaz de destruir fortalezas y toda altanería que pretenda impedir que se conozca a Dios. Todo pensamiento humano lo sometemos a Cristo, para que lo obedezca a él.


Veamos ahora esta otra fuente grecolatina, pagana, adversa al cristianismo también. Esta cita a continuación, proviene de Plinio el joven, gobernador de la provincia de Bitinia bajo el emperador Trajano. Escribió alrededor del año 111 d.C. lo siguiente:


...Nunca he asistido al proceso y sentencia de ningún cristiano... ¿deben ser castigados todos sin distinción de jóvenes y ancianos? ¿Debe perdonarse al que se arrepiente? ¿O es inútil renunciar al cristianismo una vez abrazado? ¿Es el nombre sólo lo que se castiga en ellos? ¿Qué crimenes están unidos a este nombre? He aquí las reglas que he seguido en las acusaciones presentadas ante mi contra los cristianos. A los que lo han confesado, les he interrogado por segunda y tercera vez, y les he amenazado con la tortura, y a ella les he enviado si han persistido. Porque, fuera de lo que hicieran y lo que confesasen, he creído que debía castigarse su desobediencia e invencible obstinación. Otros hay dominados por la misma locura, que he reservado para enviarlos a Roma, porque son ciudadanos romanos. Se ha propagado hace poco este delito, como sucede ordinariamente, se ha presentado bajo diferentes aspectos. Me han entregado una Memoria sin nombre de autor, en la que se acusa de ser cristianas a diferentes personas que niegan serlo y haberlo sido nunca. En presencia mía y según los términos que les he dictado, han invocado a los dioses y ofrecido incienso y vino a tu imagen, que había hecho llevar expresamente con las estatuas de nuestra divinidades, y hasta han lanzado maldiciones contra Cristo, a lo que, según dicen, no es posible obligar jamás a los que son verdaderamente cristianos [...] Decían que todo su error o falta se limitaba a estos puntos: que en determinado día se reunían antes de salir el sol y cantaban sucesivamente himnos en honor de Cristo, como si fuese Dios; que se obligaban bajo juramento, no para crímenes, sino a no cometer robo ni adulterio; a no faltar a la promesa, a no negar el depósito...


Podemos deducir muchísimas cosas de los primeros cristianos a partir del texto anterior. Pero sólo reiteraré que el cristianismo era un delito, una religión prohibida por el gobierno romano. De hecho el serlo implicaba persecución, tortura y muerte de la forma más horrenda. Derivado de ello sólo pasaban a formar parte de la iglesia los que estaban verdaderamente convencidos y convertidos. Entregados en cuerpo y alma a Cristo. Por ello la iglesia gozaba de un alto grado de pureza moral, de santidad. La ética de los primeros cristianos era de lo más elevada. La mentira era un pecado. La segunda idea implícita en el cliché "La historia la escriben los vencedores" se derrumba con estos argumentos.



He presentado solamente un par de referencias paganas (Anales de Tácito y Carta XCVII de Plinio) con relación a la situación del cristianismo en el primer siglo, mientras sus escritos sagrados estaban siendo redactados e inmediatamente después de esto. Estas son evidencias externas de la vida de la iglesia. Ahora vamos a pasar a considerar algunos pasajes del Nuevo Testamento que fueron escritos durante estos periodos de persecución hacia los cristianos, tanto por la parte del pueblo judío como por la parte del gobierno romano. Esto reforzará la conclusión a la que hemos llegado:

Ustedes tuvieron compasión de los que estaban en la cárcel, y hasta con alegría se dejaron quitar lo que poseían, sabiendo que en el cielo tienen algo que es mucho mejor y que permanece para siempre. (Hebreos 10:34)



Es cierto que todos los que quieren llevar una vida piadosa en unión con Cristo Jesús sufrirán persecución; (2 Timoteo 3:12)



Queridos hermanos en Cristo, no se sorprendan de tener que afrontar problemas que ponen a prueba su confianza en Dios. Eso no es nada extraño. Al contrario, alégrense de poder sufrir como Cristo sufrió, para que también se alegren cuando Cristo regrese y muestre su gloria y su poder. Si alguien los insulta por confiar en Cristo, consideren ese insulto como una bendición de Dios. Eso significa que el maravilloso Espíritu de Dios está siempre con ustedes. Si alguno de ustedes sufre, que no sea por ser asesino, ladrón o bandido, ni por meterse en asuntos ajenos. Si alguno sufre por ser cristiano, no debe sentir vergüenza, sino darle gracias a Dios por ser cristiano. (1 Pedro 4:12-16)




La iglesia cristiana, nos dicen los historiadores, no dejó de ser perseguida tanto por la población pagana como por el gobierno romano, hasta la primera mitad del siglo cuarto de nuestra era. Para entonces, los escritos del Nuevo Testamento tenían más de doscientos años de haberse redactado y ya circulaban por todo el imperio. El Nuevo Testamento es confiable (para más evidencias de esto opriman aquí). Este nos narra el nuevo pacto que ha hecho Dios con la humanidad, el cual ha sellado con la sangre de Jesucristo. En él se nos pide arrepentirnos y confiar únicamente en los méritos de Jesús y en su sangre derramada en la Cruz para limpiarnos de todos nuestros pecados. Amable lector, le invito a que confíe y se entregue al Salvador que este documento digno de confianza nos presenta. Para saber cómo acercarse a Dios, oprima aquí.

¿Qué le parece? Después de considerar la evidencia, ¿cree usted que la frase tan difundida "La historia la escriben los vencedores" puede aplicarse a los escritos a cristianos?

Recuerden: Creer es también pensar.