sábado, 12 de septiembre de 2009

El evangelio ante distintas audiencias


En el capítulo 17 del libro de los Hechos de los Apóstoles, encontramos distintos sermones predicados por un mismo evangelista, San Pablo. Es interesante analizar y reflexionar, aunque brevemente, sobre la forma en que el apóstol a los gentiles presenta el mensaje de Cristo en estas distintas oportunidades. Conviene que conversemos con el pasaje bíblico como lo haríamos con un amigo. Haciendole preguntas: ¿en dónde?, ¿a quiénes?, ¿cómo?, ¿basado en qué?, ¿qué resultados hubo?

Veamos el primer mensaje. Este aparece a partir del versículo uno. Pablo se encuentra en la ciudad de Tesalónica, la cual contaba con una sinagoga, lugar de reunión cultual de los judíos, así como también de gentiles que simpatizaban con la religión judía. El predicador se encuentra en el recinto judío de culto. Tanto sus compatriotas como aquellos asistentes que simpatizaban con la religión judaica, iban ahí a escuchar la recitación y lectura del Antiguo Testamento, como también a elevar oraciones y escuchar cánticos al Dios único. Había pues una audiencia afable (por lo menos al principio), bien dispuesta a escuchar a un rabino plenamente entrenado en la exposición de las Sagradas Escrituras del antiguo pacto. Es por esto que Pablo toma como partida, y basa la exposición de su mensaje, en los rollos de La Ley, Los Profetas y Los Salmos (la triple división en que el pueblo judío conocía las escrituras antiguas). Esto lo encontramos en el versículo tres.

Ahora bien. San Pablo utiliza estos pasajes escriturales para interpretarlos de manera cristocéntrica, como también podemos advertir en el versículo tres. Como resultado observamos que algunos (entiendase judíos) creyeron, "griegos piadosos" en gran número y también muchas mujeres nobles. En suma, un predicador cristiano presenta su mensaje en la sinagoga, ante una audiencia afable y dispuesta que tiene un buen nivel de confianza en las escrituras veterotestamentarias como autoritativas. Lo hace "discutiendo", "declarando y exponiendo" dichas escrituras con una interpretación cristiana, y tiene como resultado muchas conversiones.

En la predicación en Berea (vv.10-12) prácticamente el evangelista encuentra el mismo escenario y circunstancias que en la ciudad de Tesalónica. Ingresa en la sinagoga (v.10), se encuentra con una audiencia judía en su mayoría (v.10), que está todavía más dispuesta que la audiencia Tesalonicense. Este auditorio, después de escuchar al predicador, filtra todo su mensaje a través del análisis escritural (v.11b). ¡Excelente actitud! ¿Resultado? Muchos convertidos, entre los cuales se encontraban mujeres griegas de distinción así como también muchos hombres (entiendase griegos simpatizantes de la religión judía, que se encontraban en el proceso de conversión al judaísmo). Un panorama prácticamente idéntico al encontrado en Tesalónica.

En el primer sermón en Atenas (v.7a), podemos asumir en base a los dos ejemplos anteriores, que Pablo encuentra el mismo ambiente y auditorio que en los dos anteriores. Sabemos que la estrategia evangelística Paulina en cada ciudad visitada, era tomar como primer peldaño del establecimiento de una misión, o bien como trampolín, la visita y presentación del evangelio en la sinagoga judía. En ella, como hemos visto, encontraba una audiencia inicialmente afable y receptiva ante la predicación escritural presentada por un fariseo como él. Una vez que los oyentes escuchaban la aplicación de las escrituras del antiguo testamento con un carácter cristocéntrico y se definían a favor o en contra de ella, Saulo encaraba grandes problemas, violencia física, el rechazo y la expulsión de aquel centro de culto judío (vv.5-10). Sin embargo, con la audiencia que había aceptado la predicación cristiana y se había convertido, el evangelista pasaba a hospedarse en casas o algunos otros recintos particulares, en los cuales trabajaba para la edificación y crecimiento de las iglesias nacientes (Hechos 19;9).



Ahora pasemos al análisis de los siguientes sermones evangelísticos (vv.7b-31). Aquí es donde se pone más que interesante el asunto, por la diferencia de circunstancias en las cuales el mismo predicador tiene que publicar algunos de sus siguientes mensajes.

San Pablo se encuentra ahora en Atenas, Grecia. Dicha ciudad había visto mejores tiempos anteriormente. En la fecha en que Pablo se encuentra ahí (inicialmente no era su propósito predicar, sólo esperar a sus compañeros de ministerio), Atenas era una de las ciudades más pobres del Imperio Romano. Había poca población, aunque conservaba algo de su antigua gloria. Famosa por sus templos a las divinidades paganas, lo era más por sus escritores y filósofos (Sócrates, Platón, Aristófanes, Eurípides y otros).

En Atenas pues, la sinagoga judía no fue el único foro en el que Pablo predicó. El no se limitó en su preocupación evangelística sólo a aquellos que tenían actitud favorable a las sagradas escrituras del antiguo testamento. Como buen cristiano y honrando su ministerio a los gentiles, su espíritu se enardece al ver la ciudad entregada a la idolatría y derrama su corazón también por aquellos que no le han escuchado en la sinagoga. El no se limita a enternecerse y preocuparse por una sola clase de oyentes. Le interesan también las almas eternas de los demás, aquellos que tienen una actitud muy distinta a la audiencia dispuesta y amable que encontró en los primeros días de predicación en la sinagoga. Sabe que el mensaje del evangelio debe llegar a todo el mundo, a todas las naciones, a todas las personas, de todos los trasfondos culturales, como lo dejó dicho nuestro Señor en "La Gran Comisión". Por cuanto todos somos pecadores, todos necesitamos desesperadamente escuchar las buenas nuevas. Y los filósofos Estoicos y Epicureos (v.18), entre otros, que encuentra en la plaza (no ya en el templo, ni en el púlpito de las sinagoga, sino en la plaza, en el "ir y venir" de la vida diaria), también son pecadores necesitados de la redención en Cristo, la cual es presentada por el evangelio. De manera que Pablo se hace presente con su predicación también ante esta tan distinta audiencia en tan diferente lugar.

No tiene ahora Pablo ante sí una audiencia dispuesta, sino una audiencia adversa, una audiencia hostil (v.18). No es una que tenga por lo menos un poco de fe en las escrituras del antiguo testamento como la palabra del Dios único. No. Se encuentra ante oyentes de un tipo muy diferente a aquellos con los que se topó dentro de las sinagogas. Es "la crema y nata" de los pensadores de aquella ciudad. Pero aunque sabios y "cultos", también son pecadores paganos, y necesitados de redención. Por ellos Cristo murió también y asi se los hace saber al predicarles "el evangelio de Jesús, y de la resurrección" (v.18). ¡Qué maravillosa preocupación la de Pablo! La Biblia en Lenguaje Sencillo nos dice que él, de su misma pluma escribió para otra congregación:

"Tengo que anunciar esta buena noticia a todo el mundo, no importa que sepan mucho o no sepan nada, ni que sean humildes o importantes. Por eso tengo tantos deseos de ir a Roma. La buena noticia es poderosa..." (Romanos 1:14)

Pablo reacciona de manera distinta en la segunda parte de su mensaje. Y digo segunda parte, ya que tuvo que retomar lo que inició en la plaza, cuando es trasladado al Areópago desde el lugar público en donde lo principió. La colina de Ares (Areópago) era el sitio donde se reunía el tribunal de la ciudad. Al parecer, lo que había en aquella audiencia era una especie de curiosidad irrespetuosa, más que un deseo de analizar judicialmente al mensajero (v.19).



En el segundo sermón ante los filósofos, vemos que el hombre de Tarso utiliza una base distinta y un procedimiento diferente para dirigirse a estos oyentes, aunque persiguiendo el mismo resultado, la conversión de las almas.

Hace algunos años vi una película titulada "Pedro y Pablo" que era estelarizada por Anthony Hopkins en el papel de San Pablo. Cuando llega a la escena de la predicación en el Areópago, vemos a un apóstol iracundo gritando mientras señala a los altares griegos: "¡Idolos, ídolos!". Pero no es eso lo que dice la escritura. En primer término Pablo inicia su sermón con unas palabras de elogio a sus oyentes (vv.22-23). El historiador Justo L. González nos dice que esta forma de introducir el sermón se llamaba en aquellos tiempos "captatio benevolentiae". No ataca en este momento a sus ídolos, sino que se acerca a sus oyentes diciéndoles que son "muy religiosos". Aunque enseguida de manera sutil les hace saber que ellos, aunque se creen muy sabios, adoran (tienen un altar también) al "Dios no conocido". Es decir, ignoran algo.

Aunque no abre ante su auditorio un rollo del Antiguo Testamento como seguramente lo hizo en las sinagogas, no deja por ello de citar de manera no textual a Isaías 42;5 en el versículo 24.

Enseguida cita en su predicación a... ¡un poeta y a dos filósofos grecorromanos! En la frase sermonaria: "Porque en él vivimos, y nos movemos y somos", cita a Epiménides de Creta . Y en la sentencia: "Porque linaje suyo somos" cita a los filósofos estoicos (recordemos que le predicaba a la escuela estoica) Cleantes y Arato. No faltan incluso comentaristas que han visto en este discurso, referencias al décimo libro de "La República" de Platón, en la que este pensador griego menciona al gran Arquitecto del universo "que hace todas las cosas que nacen del suelo y da vida a todos los seres vivientes".

¿Que dónde aprendería Pablo poesía y filosofía grecolatina? No lo sabemos con certeza. Pero en lo personal no creo (y en esto coincido con John Pollock, uno de los biógrafos de Pablo), que lo haya hecho mientras era un fariseo más que celoso de la ley mosaica (Filipenses 3;4-6) y un aplicado discípulo a los pies de uno de los mas famosos rabinos de Jerusalén, Gamaliel (Hechos 22;3). Esto para él hubiese sido en esa época una pérdida de tiempo, si es que no una especie de blasfemia. Es más que posible y probable que lo haya hecho siendo ya cristiano, durante los años (tres, en una primera instancia y alrededor de diez en una segunda, en los que casi nada se sabe de Pablo) en que, poco después de convertido regresó a Tarso, su ciudad natal, y transitó por varios lugares de Arabia antes de presentarse a los apóstoles de manera "oficial" (Hechos 9;18-30 y Gálatas 1;15-2;1).

Y es que Tarso, la ciudad en que el apóstol a los gentiles nació, era una Ciudad principal de Cilicia, la parte sudeste de Asia Menor. El Imperio Romano comenzó a penetrar en Cilicia en el 104 a.C. y cuando la convirtieron en provincia romana, Tarso fue la capital (64–63 a.C.). De este tiempo data la ciudadanía romana de los judíos residentes allí. Un filósofo de nombre Estrabo, cerca del año 19 a.C., habla del entusiasmo de sus habitantes por la filosofía. Así era Tarso cuando Pablo nació: una fusión de influencias orientales y grecorromanas. Se considera que esta ciudad universitaria, amante del estudio, tuvo que ejercer una fuerte influencia sobre aquel a quien Dios designó como su mensajero al mundo no judío. Considero que ese conocimiento que Pablo obtuvo, era una parte de las herramientas que, como predicador al mundo gentil, le habrían de ser de utilidad en ocasiones como esta, ante audiencias del tipo aquí descritas.

Es muy interesante además notar, que si bien es cierto que San Pablo utilizó muchas veces su testimonio al predicar, al menos en esta ocasión no fue así. Y es que los filósofos ante quienes hablaba, representaban los guardianes de la ética en Atenas. Para los Estoicos “lo bueno” era vivir de acuerdo con la razón y no dejarse vencer por las pasiones. Para algunos Epicureos lo importante era huir de todo aquello que provocaba tensión. De ahí que a veces acostumbraban negarse a placeres que les causaran alguna adicción.

Por lo anterior, es probable que el apóstol estuviera ante gente a la que nuestra sociedad hoy consideraría “buena” (aunque nosotros sabemos que solo Dios es bueno). Así que cabe la posibilidad que Pablo no incluyera en este mensaje su testimonio, considerando que sería más útil incluir temas de la propia cultural de sus oyentes, para después presentar el evangelio de Cristo.

Pero no se limita el mensajero evangélico a citar la filosofía y poesía a su auditorio, sino que apuntala su sermón con los temas que todo mensaje cristiano debe tener en su parte central: el arrepentimiento, el juicio de Dios por el pecado y la resurrección del Cristo crucificado (vv.30-31). ¿El resultado? Una audiencia dividida, como cuando predicaba en la sinagoga. Con burlas y desprecio como en la sinagoga(v.32), pero con conversiones también (v.34). Uno de los miembros del tribunal que lo escuchó, Dionisio (quien según la tradición llegó a ser el primer pastor de iglesia Ateniense), y además de él Dámaris y algunos otros se entregaron a Cristo. Este es el sublime propósito que debe perseguir toda presentación del evangelio, independientemente del lugar y del tipo de audiencia: almas para Cristo. Y en este caso así fue también. Quienes juzgan que estos números son pocos para hablar de conversiones, bien harían en revisar Hechos 8;26-39, relato en el que encontramos al Espíritu dirigiendo a Felipe a evangelizar y bautizar a un solo hombre.




De todo lo anterior yo aprendo lo siguiente: tenemos ante nosotros como cristianos, la comisión de compartir el evangelio ante varios tipos de audiencias. Un tipo la encontramos en nuestros templos, en los hogares, en los grupos de estudio bíblico semanales. Ahí tenemos oyentes afables, dispuestos, abiertos, receptivos a nuestro mensaje. Son personas sencillas, benditas sean, que ya poseen por lo menos un nivel básico de fe y confianza en la Biblia como la palabra de Dios. Ante ellas hemos de comunicarnos con solo la Biblia en la mano, ya que no tendremos necesidad de algo más. Bueno, quizá alguna anécdota o historia útiles para ilustrar y darle vida e interés al mensaje bíblico que expongamos. Pero ante ellos no hay mayor necesidad de acudir a argumentos ajenos a la Biblia. Solo a la bendita palabra de Dios. Ellos representan a los tesalonicenses, bereanos y atenienses de la sinagoga judía.

Pero también tenemos otra clase o clases de audiencia. Aquellas compuestas por esa gran cantidad de personas que hayamos "en la plaza", en el diario ir y venir de la vida pública. En el "Areópago" también, quizá. Amigos, vecinos, compañeros de trabajo, condiscípulos, transeúntes, compañeros de asiento en el transporte público, en el avión que viajamos, jefes de departamento, gerentes y directivos de empresas, universitarios, profesores de nuestros hijos, etc. Todos ellos también están profundamente necesitados del evangelio. También por ellos Cristo sufrió, murió y resucitó. Para redimirlos y hacerlos partícipes de su presencia eternamente. No podemos sencillamente ignorarlos o limitarnos a compartir el mensaje salvador a aquellos que nos escuchan en los templos, en los púlpitos, en las células de estudio bíblico con una actitud amable y abierta. Tenemos que extendernos, ir más allá, salir a "la plaza", al "Areópago" si es necesario y tratar de publicar las buenas nuevas a todo el mundo, como lo ordenó Cristo. Aunque a veces tengamos que encontrarnos con personas curiosas e irrespetuosas, que carecen de la más mínima confianza en la Biblia como palabra de Dios, a semejanza de aquellos filósofos atenienses de la colina de Marte, ante quienes Pablo también predicó.

Se nos preguntó en alguna ocasión, en medio de una conversación en la oficina, respecto a la fe : "¿De veras crees en el infierno?". A raíz de ello surgió el tema publicado también aquí en el blog: "El infierno,...¿existe o no?".

Un buen amigo mío en la ciudad de Tijuana, que ha viajado a la India, me dice que Jesús es uno mas de los muchos "Grandes Iniciados", pero que no es el Dios encarnado y Salvador del mundo. Derivado de ello surgió el tema: "¿Por qué es Jesús tan especial?".

Hace algunos meses me encontré al revisar el libro de primaria de uno de mis hijos, la frase "... el hombre y el mono tuvieron un antepasado común, de acuerdo a lo que enseña la teoría de la evolución de Darwin". A raíz de ello surgió el tema: "¿Por qué creer en la creación y no en la evolución?", y le prestamos durante varias semanas a la maestra de mi hijo, un libro que habla del fraude de la teoría de la evolución y que termina con un claro mensaje evangelístico.

En una ocasión mientras teníamos una charla con tema religioso en un descanso en el trabajo, un ingeniero nos preguntó con tono desafiante: "¿Y por qué Cristo, Cristo y solo Cristo? ¿Por qué no Buda, Buda, Buda, por ejemplo?". Bueno, en base a ello (en parte), surgió: "¿El loto o la cruz?".

Hace algún tiempo, en el foro general de la iglesia a la que pertenezco, un joven preparatoriano solicitaba apoyo con cierta preocupación:

"La verdad yo tengo la fe en que Dios sí existe, pero resulta que mis compañeros de la preparatoria me cuestionan por eso y me gustaría demostrarles que Dios sí existe y que gobierna mi corazon. Por favor, si pueden ayudarme se los agradezco mucho. Dios los bendiga".

Por toda respuesta, un forista le contestó: "¡Qué pregunta!". Claramente nuestro buen amigo consideró que esa era respuesta mas que suficiente para que nuestro hermano que solicitaba ayuda, presentara su fe ante sus amigos de clase en la preparatoria. ¿Podemos imaginar a nuestro hermano charlando con sus condiscípulos y presentándoles el "¡Qué pregunta!" como su respuesta? ¿De qué manera estaría pues atendiendo a 1 Pedro 3;15? A raíz de esta situación, colaboramos en el foro con el tema: “Dios…¿existe o no?”, el cual ha sido publicado también en este blog.

En otras circunstancias en la oficina nos preguntaron: "¿No es arrogante decir, considerando el inmenso tamaño del universo, que somos especiales? ¿Que solo los humanos existimos en tan grande cosmos? Yo creo que debe haber otras civilizaciones, muchas, allá afuera en el universo". Y un dia distinto, meses antes, un gerente me había comentado: "Ni siquiera estamos seguros de que Cristo haya existido". De ahí surgieron los temas: "¿No estamos solos?" y "¿Existe la figura de Cristo en documentos no bíblicos?", respectivamente.

Creo que este tipo de situaciones y preguntas representan para nosotros los cristianos, oportunidades excelentes para hablar del evangelio. Presentar en "La Plaza" y "El Areópago", ya que no "en la sinagoga", a Cristo como Salvador y Señor del universo. No debemos desperdiciarlas.

Hace cosa de un año, una sobrina que estudia la universidad aquí en San Luis Potosí se hospedó en nuestra casa durante un semestre. Durante ese tiempo leyó la novela El Código Da Vinci. Naturalmente surgieron los comentarios. Ello me llevó a publicar “¿Estaba Jesús relacionado sentimentalmente con María Magdalena?”. En esa entrada del blog hago disponible un ensayo que tuvimos oportunidad de escribir en 2005 titulado Breve réplica al Código Da Vinci. Estas líneas fueran escritas como resultado de un desafío que me hizo uno de los supervisores de la empresa donde trabajé. El y muchos otros habían leído la novela, y esta persona -sabiendo que soy cristiano y que también la había leído- me retó a dar respuesta a los provocativos temas que supuestamente demuestran la falsedad mi fe. Bueno, semanas después le presentamos la respuesta que quedó en las páginas ya mencionadas.

Los expertos en evangelización nos dicen que los creyentes, "a mayor tiempo de convertidos, menor contacto con los inconversos". Y esto es plenamente verdad. Si lo ponemos en duda, no hace falta más que mirarnos a nosotros mismos. ¿Cuántos amigos no cristianos tenemos? ¿Cuánto tiempo pasamos con aquellos familiares que no son creyentes? Mientras más años de cristianos tenemos, más alejados estamos de aquellos que ocupan de Cristo. De esta manera, ¿cómo esperamos alcanzarlos para El Reino de los Cielos?

No podemos responder a la pregunta que nuestros conocidos inconversos nos hacen: "¿Por qué eres cristiano?" o "¿por qué crees que la Biblia es la palabra de Dios y que Cristo es el único camino a la salvación?" con un simple: "Oh, porque tengo fe". Esa es la misma respuesta que el mormón tiene para la pregunta: "¿por qué eres mormón?" o "¿por qué crees que el libro de mormón es la palabra de Dios?": "Oh, porque tengo fe". Es la misma respuesta que el partidario de la Nueva Era tiene para las preguntas: "¿por qué practicas esa creencia?" o "¿por qué crees que Cristo es uno más de los iluminados al igual que Buda o Pitágoras y que no murió por nuestros pecados, sino que fue solamente un gran maestro y es sólo un buen ejemplo a seguir?": "Oh, porque tengo fe". Entonces, en este caso ¿cuál de todos estos "creyentes" tiene la razón, si todos tienen fe en que su creencia es la verdadera, aunque todos creen de manera totalmente distinta?



Ante estos "Estoicos y Epicúreos" que nos topamos en "La plaza pública" o el "Areópago" (la escuela, la oficina, la universidad de nuestros hijos o los puestos gerenciales de nuestros trabajos, no en el templo), estamos obligados a responder con algo más que "Oh, porque tengo fe". La escritura misma nos responsabiliza de lo siguiente:

"...sino santifiquen a Cristo como Señor en sus corazones, estando siempre preparados para presentar defensa (apología) ante todo el que les demande razón de la esperanza que hay en ustedes. Pero háganlo con mansedumbre y reverencia,..." (1 Pedro 3:15)

Obviamente el mensaje cristiano debe presentarse ante esta audiencia diferente, de manera distinta (puesto que no estamos en el templo ni ante unos oyentes con fe). Tomando, si es posible, como base o punto de partida (a semejanza de Pablo) algunos elementos de la creencia y cultura de aquellos que nos preguntan: "¿Podremos saber qué es esta nueva enseñanza de que hablas?" (Hechos 17;19). Pero el variar la forma no implica necesariamente variar el fondo o contenido del mensaje. Si bien es cierto que Pablo usó a los poetas y filósofos grecorromanos en su mensaje ante los pensadores de Atenas, no por ello sacrificó el mensaje del Cristo crucificado y su resurrección, así como también el tema del arrepentimiento y el juicio final. No se trata únicamente de encontrar los puntos de contacto o coincidencia entre "los filósofos" que nos preguntan la razón de la esperanza que hay en nosotros, sino también de predicar con valor lo mismo que Pablo predicó en la colina de Marte: el Cristo crucificado, resucitado y futuro juez nuestro en caso de que no nos arrepintamos. Hemos de llevar cualquier tipo de mensaje a culminar en estos elementos, o de otra manera no estamos evangelizando en absoluto. Lo único que estaríamos haciendo es filosofar. Y no somos llamados a ello, sino a predicar el evangelio.

Hemos de ir a las cárceles, a los hospitales, a los centros de rehabilitación, a las zonas rurales, a los barrios bajos, a los templos, a las casas a predicar a la gente sencilla y nada complicada que no duda que la Biblia es la palabra de Dios. Pero hemos también de presentar el evangelio si es posible, en las aulas, las oficinas, las empresas y ante quien sea, del nivel cultural y económico que fuere, aunque no crea aún en la Biblia y Cristo, ya que...

"...por esto mismo trabajamos y sufrimos oprobios, porque esperamos en el Dios viviente, que es el Salvador de todos los hombres, mayormente de los que creen". (1 Timoteo 4:10).

Como dijo alguien que sabía mucho de estos asuntos: "Cuando de evangelizar se trata, el mejor método es usar todos los métodos".

Recuerden: "Creer es también pensar".

Saludos.