lunes, 22 de diciembre de 2008

¿Se contradicen Ciencia y Biblia?



Hace poco, un amigo y yo hicimos un viaje de misiones a una población del estado de Veracruz. Debido a la falla de un lejano transformador, nos quedamos sin energía eléctrica. Yo llevaba conmigo mi lap top en la que tengo instaladas mis Biblias y demás libros de estudio así como cualquier cantidad de software. Me lamenté mucho ya que no la podría usar. Pero al llegar la noche, pensé que no sobreviviría sin el ventilador que nos refrescaba al dormir. “Los moscos van a tener un festín”, me dije. ¡Cuánto dependo de la tecnología! (que no es otra cosa que ciencia aplicada).

Hará un par de años, mientras tomaba un diplomado en telecomunicaciones, una frase de nuestro profesor de comunicaciones inalámbricas me sorprendió. Mientras trataba de explicarnos el funcionamiento del espectro radioeléctrico, que conduce las señales de comunicación a través del aire (por ejemplo, en la telefonía celular), él dijo algo como esto: “Así es como funcionan (las comunicaciones inalámbricas). No me pregunten por qué funcionan así, porque no lo sé. Así las hizo Diosito”. Las palabras como y por qué, se me quedaron muy grabadas.

Cuán maravillosa es la ciencia. A ella debemos el celular (que nos esclaviza), nuestra computadora, el correo electrónico (sin el cual nuestro trabajo se paraliza), la batidora que nos prepara los licuados por la mañana, el televisor que nos entretiene e informa, el avión donde volamos, el coche con el que nos desplazamos, la agenda que nos organiza, el teléfono que nos comunica, etc. Sin embargo, la ciencia no lo explica todo. La ciencia no lo es todo. Lejos de mí el tratar de satanizar a la ciencia. Le debo muchos beneficios (la medicina de mis hijos durante sus enfermedades, por ejemplo) y dependo de ella (quizá demasiado). Sin embargo, creo necesario hacer algunas aclaraciones, sobre todo en su relación con la Biblia.

La ciencia y la Biblia, ¿se contradicen? La ciencia ha sido considerada como una “vaca sagrada” (algo intocable) durante mucho tiempo. No obstante, ella explica el cómo, pero no el por qué de muchas cosas. De ahí la frase en que nuestro profesor reconocía sus limitaciones para explicar las comunciaciones inalámbricas: “Así es como funcionan. No me pregunten por qué funcionan así, porque no lo sé. Así las hizo Diosito”. Ahí es donde vemos las limitaciones de la ciencia para explicar muchas cosas.

La ciencia no explica ¿cuál fue el origen del universo?; ¿de dónde proviene la vida? (la teoría de la evolución no lo hace); ¿qué propósito la rige?; ¿por qué existimos?; ¿cuál es nuestro propósito en esta tierra?; ¿de dónde venimos?; ¿hacia dónde vamos después de la muerte?; ¿cómo podemos relacionarnos correctamente con nuestro Creador?

La ciencia describe (explica “cómo”) la naturaleza cognocible, pero no la puede interpretar (no puede explicar “por qué”). La ciencia no puede responder a muchas grandes interrogantes relacionadas con el hombre. No es su culpa. Simplemente no es su campo de acción. No es su objetivo.

Pero, qué tal si recibimos una revelación desde fuera, que nos responda a esas interrogantes que la ciencia no puede responder. Si Dios existe (y es más que demostrable creerlo), es por demás razonable que haya hablado. La Biblia pretende ser esa revelación de Dios. No se puede rechazar la Biblia sin más ni más diciendo: “¡Un momento! En nuestro siglo, la ciencia lo ha explicado todo. No me venga usted con la Biblia y esos cuentos”. El que dice “rechaza sin analizar” es igual de dogmático que el que dice “cree sin preguntar”. ¿Por qué no analizar un poco la relación entre la ciencia y la Biblia? Quizá nos sorprendamos de saber que no se contradicen, sino que se complementan.

Bienvenidos. Pulsen el reproductor a continuación para oír el mp3 titulado “Ciencia y Biblia, ¿son incompatibles?”, escúchenlo y creen su propio criterio. A fin de cuentas: “Creer es también pensar”.



Saludos.