Sí, ese es el título de la revista Conozca Más del mes de Abril, «Parábolas para creyentes, ateos y agnósticos». Y ya desde la introducción, el autor del artículo central de la revista pasa a comparar a Jesús con alguien que, curiosamente, nunca usó parábolas para comunicar sus enseñanzas, sino más bien se valió del aforismo y la mayéutica, Sócrates. Nos dice un párrafo del artículo: «Todos estos aspectos lo conectan (a Jesús), desde una perspectiva contemporánea, con el filósofo griego Sócrates, quien cuatro siglos antes de él desarrolló un esfuerzo semejante -aunque desprovisto de contenido religioso-y sufrió una condena igual de arbitraria». (Bueno, el esfuerzo pedagógico de Sócrates sí tenía como móvil lo religioso, pero lo dejo para después).
Acostumbro comprar de vez en vez algunas revistas con temas como telecomunicaciones y sistemas, análisis histórico, arqueología. También, naturalmente, me interesan algunas que tratan el tema religioso. Pero sobre todo en época de semana santa me gusta comprar estas últimas, ya que los editores procuran elevar las ventas con portadas y títulos que aluden a Jesús. Y aunque tengo el número de Abril de CM desde entonces, por haberme concentrado en otros temas, no había podido poner por escrito esta idea que me vino a la mente desde que leí el artículo y comparto hoy con ustedes.
Algunas de mis amistades se han empeñado a lo largo de los años en comparar a Jesús con algunos maestros antiguos importantes. Desde su punto de vista, Jesús no es más que otro gran sabio que supo presentar su enseñanza de manera atractiva para las grandes multitudes. Pero no más. Libros como el titulado «Los Grandes Iniciados» de Eduardo Schure, con el que más o menos me familiaricé desde mi adolescencia, son muestra de esta ya antigua tendencia. Incluso alguien ha dicho que Él no fue el único que comunicó su doctrina a través de parábolas.
Si bien es cierto que ya antes publicamos en otra parte de este blog una comparación entre Jesús y algunos otros grandes líderes religiosos de la historia, incluído Sócrates (opriman aquí), en la que considero que quedó claramente demostrado que no hay parecido alguno, en esta ocasión quiero centrarme en dos aspectos de las parábolas de Cristo. Dos aspectos que lo hacen totalmente diferente a cualquier otro personaje que haya enseñado valiéndose de esta figura del lenguaje.
SU AUTORIDAD
Es verdad, Jesús no fue el único sabio en utilizar la figura de la parábola en su enseñanza. Hay registros que nos indican que algunos otros rabinos la utilizaron en buena cantidad. Sin embargo, hay una gran diferencia que marca distancia entre estos y Jesús. El lugar que Él dio a su propia persona en dichas narraciones. Notémoslo en el siguiente par de ejemplos:
Oíd otra parábola: Hubo un hombre, padre de familia, el cual plantó una viña, la cercó de vallado, cavó en ella un lagar, edificó una torre, y la arrendó a unos labradores, y se fue lejos. Y cuando se acercó el tiempo de los frutos, envió sus siervos a los labradores, para que recibiesen sus frutos. Mas los labradores, tomando a los siervos, a uno golpearon, a otro mataron, y a otro apedrearon. Envió de nuevo otros siervos, más que los primeros e hicieron con ellos de la misma manera. Finalmente les envió su hijo, diciendo: Tendrán respeto a mi hijo. Mas los labradores, cuando vieron al hijo, dijeron entre sí: Este es el heredero; venid, matémosle, y apoderémonos de su heredad. Y tomándole, le echaron fuera de la viña, y le mataron. Cuando venga, pues, el señor de la viña, ¿qué hará a aquellos labradores? Le dijeron: A los malos destruirá sin misericordia, y arrendará su viña a otros labradores que le paguen el fruto a su tiempo. Jesús les dijo: leísteis en las Escrituras: La piedra que desecharon los edificadores, ha venido a ser cabeza del ángulo. El Señor ha hecho esto, ¿Y es cosa maravillosa a nuestros ojos? Por tanto os digo, que el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los frutos de él. Y el que cayere sobre ESTA piedra será quebrantado; y sobre quien ella cayere, le desmenuzará. Y oyendo sus parábolas los principales sacerdotes y los fariseos, entendieron que hablaba de ellos. (Mateo 21:33-45).
En esta parábola el dueño de la viña es Dios, la viña es el pueblo de Israel y los labradores o cuidadores de la viña son los maestros religiosos, incluídos los fariseos (vea el verso 45). El hijo del dueño de la viña (la piedra en la que se cimenta la construcción del Reino divino y está siendo desechada) es Jesús (vea los versos 37 y 42). Jesús se presenta en ésta parábola como el Hijo de Dios, el dueño de Israel, que será sacrificado por instigación de los guardianes religiosos. Y por decisión del propietario, el Reino de Dios les será quitado y será dado a otras personas que lleven fruto, puesto que ellos no lo hicieron. Es clara la autoridad que Jesús se adjudica a Sí mismo como el representante, el Hijo de Dios en la tierra, en base a cuyo trato la divinidad determina retirar de los labradores el Reino de Dios.
Cualquiera, pues, que ME oye estas palabras y las hace, le compararé a un hombre prudente que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina. Y cuando terminó Jesús estas palabras, la gente se admiraba de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas. (Mateo 7:24-29).
Lo que es nuevo, sorprendente y exclusivo en la forma en la que Jesús muestra las parábolas, es la manera en que se presentaba a Sí mismo en ellas. Se presenta como el punto de referencia, como la autoridad sobre la que se construye el Reino de Dios y funciona la vida toda de sus oyentes y seguidores. «Cualquiera que ME oye estas palabras». No conozco enseñanza de maestro alguno que haya utilizado parábolas en sus enseñanzas poniéndose a sí mismo como punto de referencia autoritativo, pero sobre todo, con carácter divino.
Más allá del hecho de que las parábolas sean un elemento muy importante para demostrar la historicidad de la figura y enseñanza de Jesús -en base a los elementos semíticos contenidos en ellas que corresponden a la forma en que los rabinos del primer siglo de la era cristiana enseñaban-, apreciamos que contienen este elemento que, no obstante lo anterior, muestran al nazareno con una autoridad que pertenece solo a Dios. Nadie, nadie enseñó de esa manera. Estimados amigos, en Jesús tenemos a Dios buscándonos con el ánimo de encontrarnos y salvarnos (oprima y lea las tres parábolas de Lucas 15 y considérese especialmente el verso 2). Pero es del todo necesario que nos volvamos a Dios con verdadero arrepentimiento (léanse los versos 7, 10 y 20-24). ¿Querrá usted hacerlo?
Ayuda para volverse a Dios, oprima aquí.
Continuará.
Recuerden: Creer es también pensar.