miércoles, 11 de febrero de 2009

Cristianismo y ciencia


UN MITO MUY DIFUNDIDO
Una de las más populares ideas difundidas hoy día, es la de que ciencia y cristianismo son, no sólo incompatibles, sino antagónicos.

Además de la teoría de Darwin, que trataremos en otra ocasión, nos viene a la mente el conflicto Galileo versus la iglesia. Los historiadores nos dicen hoy que lo que se cree fuera un conflicto entre religión y ciencia, más bien fue una cuestión de orgullos ofendidos, un muy mal manejo de relaciones públicas por parte de Galileo y una compleja serie de situaciones políticas. Veamos:


Orgullos ofendidos porque el científico italiano, dolido porque sus otrora amigos, los Jesuitas del Colegio Romano (científicos y especialmente astrónomos de gran talla), habían realizado algunos descubrimientos (las manchas solares así como el trayecto de tres cometas en la bóveda celeste) anticipándose a él. El sabio reaccionó con ira y con arrogancia tratando de contabilizar para sí estos descubrimientos. De ahí que la amistad entre los miembros del Colegio y él se viera rota, pese a los muchos intentos realizados por los clérigos para conservarla.

Situaciones políticas porque el protestantismo estaba avanzando fuertemente en Europa, y la autoridad papal en Italia debía frenar su impulso.

Pero lo que agravó más la situación, fue el mal manejo de relaciones públicas del florentino. Cuando su anterior amigo y admirador Maffeo Barberini fue proclamado Papa como Urbano VIII, Galilei escribió un ensayo titulado Diálogo. En esta pequeña obra, que los expertos hoy consideran un trabajo bastante débil en lo que a sus demostraciones se refiere, el científico ridiculizó al Papa, que anteriormente le había defendido ante su antecesor argumentando que la teoría heliocéntrica (ya probada matemáticamente por Copérnico y desarrollada por Kepler y conocida bien por los Jesuitas), era solo una hipótesis de trabajo del astrónomo. El Pontífice recién elegido, hastiado de los desdenes -no sólo para con él y los astrónomos Jesuitas, sino también para grandes científicos de la talla de Juan Kepler-, arrogancia y ultrajes de su anterior protegido, debió poner punto final de manera drástica al largo conflicto personal generado por éste.

No era momento para demostrar flaquezas, ni siquiera por atención a antiguas amistades. La opinión pública debía saber que el Pontífice controlaba la situación en todos los ámbitos. Así pues, el presunto conflicto ciencia-religión en el caso Galilei, no es del todo como popularmente se ha creído. Obedece principalmente (aunque no únicamente) al tipo de causas ya explicadas.

La condena de Galileo consistió en un honorable arresto domiciliario y una medianamente estricta llamada de atención, antes de morir tranquilamente en su lecho, después de haber mantenido su pensión vitalicia pagada por la iglesia.

El enfrentamiento fue también un conflicto entre la interpretación aristotélico-ptolemaica (o geocéntrica) de los cielos y las observaciones astronómicas que demostraban el heliocentrismo, más que una oposición Astronomía-Biblia. Un conflicto entre las ideas de Aristóteles y Ptolomeo acerca de los cielos (que eran sostenidas hasta entonces por la iglesia católica) y los nuevos descubrimientos de la astronomía, no tanto un conflicto ciencia-cristianismo en sí mismos.

EL CRISTIANISMO Y LA FUNDACIÓN DE LA CIENCIA

Sabemos ahora con un alto grado de seguridad, que el cristianismo establecido en la Europa de los siglos XVI y XVII, jugó un papel fundamental en el establecimiento de la ciencia en el sentido moderno. Los expertos en el tema nos dicen que aunque los filósofos griegos comenzaron a buscar una respuesta sin mitos para la existencia de la vida y del universo, no desarrollaron algo que se parezca a la ciencia moderna. Los griegos miraban el estudio del mundo y la naturaleza básicamente como un ejercicio para la mente. Ellos pensaban que el mundo no debía cambiarse ni la naturaleza usarse. Simplemente ambos debían comprenderse. Como ahora sabemos, para hacer ciencia se necesita la experimentación (trabajo manual). Para los griegos el trabajo manual era cosa sólo de esclavos.

La ciencia en el sentido moderno tampoco tuvo su origen en los hebreos. Para ellos, el mundo natural era simplemente como una obra de arte que les daba la oportunidad para alabar al artista que lo había hecho (Salmo 19;1). Nada más.

La ciencia en el sentido moderno, nunca habría podido llegar a existir entre las tribus de África puesto que su religión era animista. Todo, las piedras, los árboles, los animales y cualquier otra cosa, contenían en sí espíritus (ánimas) vivientes de dioses y antepasados. Por tanto para ellos, esos objetos no debían estudiarse ni manipularse, ya que constituiría sacrilegio.

La ciencia, en el sentido mencionado, tampoco surgió en India ni en China, porque sus concepciones religiosas enseñaban que el mundo físico que vemos es irreal. Es sólo una ilusión. Por tanto, no tenía sentido invertir toda la vida estudiando inútilmente algo que no es real.

El cristianismo, la fe, la confianza en la Biblia como la palabra de Dios, tuvieron mucho que ver en la creación del método científico. La creencia, entre otras cosas, de que el mundo es una creación de Dios, un Dios racional que ha creado un mundo también racional. Esto permitió que grandes creyentes estudiaran la naturaleza y comprendieran sus leyes. También el así considerado mandato cultural de Génesis 1;28 en el que Dios ordena al hombre dominar toda la creación, originó que grandes cristianos fueran también los fundadores de las principales disciplinas científicas. Considérense los casos de Kepler, Pascal, Newton, Faraday, Lister, Pasteur, Boyle, Cuvier, Kelvin, Mendel, Agassiz y el propio Galileo. Este, por cierto, no negaba la inspiración divina de la Biblia, sino la interpretación literal de algunos de sus pasajes que hablaban del diseño de los cielos. De ahí su famosa frase: «La Biblia nos ha sido dada, no para saber cómo es el cielo, sino para ir a él».

LA CIENCIA RESPALDA AL CRISTIANISMO

«Para mí, la ciencia y la religión son como dos ventanas de una misma casa...», dijo alguna vez Wernher Von Braun (quien fuera subdirector de la NASA). Años después añadiría a esas palabras: «La verdad del mensaje de Cristo me alcanzó con una fuerza irresistible, dejándome convencido de que no hay otro medio de conocer a Dios, más que a través de su Hijo. El mensaje más importante que llegó a la tierra es que Jesucristo vivió entre nosotros, murió por nuestros pecados y después resucitó, subiendo a los cielos». ¿Qué fue lo que llevó a una de las más grandes mentes científicas del s.XX a la fe en Cristo? La ciencia, precisamente.

Contrario a lo que se cree, casi el 50% de los científicos en los Estados Unidos (no localicé cifras de México, lo lamento) hoy por hoy, profesa algún tipo de fe en el creador o diseñador del universo, más que una filosofía atea. Y es que la ciencia está mostrándonos cada vez más las huellas digitales de Dios tanto a nivel microscópico (estudios en bioquímica) como a nivel macroscópico (estudios en astronomía, astrobiología y física). El alto grado de información contenido en el ADN, muestra indudablemente que solo una gran inteligencia interesada en nosotros pudo haberlo diseñado de esa manera. No así el azar. Más de cincuenta variables de la física en el universo y el sistema solar, que están finamente ajustadas para que la vida sea posible (el principio antrópico del astrónomo Brandon Carter), nos comunican fuertemente la verdad de que hay un creador personal -como el descrito en la Biblia- que nos ama cuidadosamente. La teoría del inicio del universo más aceptada hoy día, el Big Bang, muestra inequívocamente que la materia, energía, espacio y aún el tiempo tuvieron un inicio. ¿Simple coincidencia con el relato de Génesis 1;1?

Es por todo ello que los avances en la ciencia de los últimos cincuenta años, están conduciendo a un cada vez mayor número de científicos y no científicos a alguna suerte de fe en Dios. Si bien es cierto que la observación de las maravillas de la creación nos muestran algunos aspectos de Dios, como lo dijera San Pablo en Romanos 1:20, es la persona de Jesucristo la que revela de manera plena, no solo su carácter sino también su intenso amor por nosotros, manifestado éste en su sacrificio salvador, como dijera Von Braun. Palabras que por cierto concuerdan con las del escritor de la carta a los Hebreos 1:1-2.

Con sobrada razón Luis Pasteur dijo: «Un poco de ciencia nos aparta de Dios. Mucha ciencia, nos acerca a Dios».

Para conocer la relación entre cristianismo y ciencia, opriman el reproductor a continuación para escuchar en mp3 el tema "¿Qué relación hay entre ciencia y Biblia?".



-------------------------------------------------
Este artículo está siendo publicado esta semana (febrero 2009) en el periódico "Expediente público" en la columna "Agua Fresca para el Espíritu" en la ciudad de Tijuana, B.C. Opriman aquí si desean ver la publicación.

Para más sobre el mitológico conflicto "Ciencia-Cristianismo", opriman aquí para ver el libro "El Planeta Privilegiado" a partir de la página 255, capítulo 11. También léase "Dios frente a la ciencia" de Claude Allegre; "Ciencia y teología" de John Polkinghorne y "¿Hay alguien ahí?" de David Galcerá.


"Creer es también pensar"

Saludos.